En 1972, aprovechando el centenario del viaje que hizo Pedro Antonio de Alarcón a La Alpujarra, se “urbanizó” Fuente Agria, impulsado en gran medida por el ímpetu de Sebastián Pérez Linares. Del proyecto se encargó el Patronato de San Isidro.
Desde arriba de los escalones, se ven los cinco caños, que caen directamente a una rejilla, y sus colores ocres. Si sorprendente es el color anaranjado intenso que tiñe cada gota de agua a su paso, más curioso es, beber de sus caños, pues cada uno sale con un sabor distinto, unos con más sabor ferruginosos que otros.
Al probar el agua de la fuente, se aprecia un fuerte sabor a herrumbre y cierto sabor picante. El alto contenido en hierro, aproximadamente 10 miligramos de hierro por litro, proviene de la limonita. La ligera sensación picante es debida al gas natural que contiene, y al bajo pH del agua.
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