jueves, 29 de agosto de 2024

El aguador “aguaor” de los segadores del cortijo de Bramadero. Taller "Recuérdame"


 ASOCIACIÓN DE MAYORES EL TAMUJAR, SILILLOS

Taller "Recuérdame", Os dejamos otro relato del libro que estamos preparando en el Taller. 

El aguador “aguaor” de los segadores del cortijo de Bramadero

Recuerdo que, con tan solo 12 años, y no fue mi primer trabajo que ya venía de guardar cochinos, pase todo un verano en el cortijo de Bramadero acompañando a varias cuadrillas de segadores.

Me levantaba al comenzar los primeros rayos del sol y mis hermanos que también estaban conmigo ya se habían marchado para la siega. Todos dormíamos en el cortijo, algunas noches de mucho calor nos quedábamos en la era donde estaban los montones de trigo junto a la trilla.

Dormía bajo las estrellas y me despertaba al canto de los gallos que me daban los buenos días.

Lo primero de la mañana, para acicalarme, era visitar la fuente donde con un jarro de lata me refrescaba la cara y con un trozo de jabón me lavaba como podía. A continuación, me ponía la misma ropa de un día para otro con una camisa de lienzo y unos pantalones que tenían más de un remiendo. Mi abuelo me había regalado un sombrero ancho de pleita de palma que el mismo había hecho y que siempre lo lleve para apaciguar los calores de aquel verano.

Me acercaba a la cocina del cortijo donde recuerdo una señora mayor vestida con un gran delatar negro con unos bolsillos muy grandes y que todas las mañanas me ponía una jarra de leche con café y unas sopaipas que ella mismo cocinaba, para después marcharme a dar de comer a los animales que  había en el cortijo unas cabrillas, cerdos y gallinas, todavía me acuerdo de unos gansos  que nada más entrar al corral se me tiraban para picarme, me veía y me las deseaba para poder llenarles los cacharros de agua   y poder picarles algunos melones de los que dejaba el casero para que se los troceara a los animales.

A eso de media mañana, cuando el sol empezaba a picar, me bajaba a la fuente con una burra, de nombre Alegría, que previamente había preparado con todos sus aperos y unos serones grandes de esparto, “que fácil me hizo el trabajo ese verano el asno que fiel y compañera”, dentro de los serones, dos cantaros de tiesto que por lo menos hacían 30 litros cada uno, me costaba la misma vida cargar los cantaros llenos de agua al serón. Tampoco entendía como con el calor que estaba haciendo podía salir por aquellos caños el agua tan fresquita.

 Me montaba encima de mi burra Alegría y me disponía todas las mañanas en busca de las cuadrillas de segadores del cortijo, unas veces más cerca de la fuente y otras sin embargo muy alejadas podía ver las paredes de la aldea de Villalón.

Cuando me acercaba a los segadores podía escuchar como cantaban algunos o charlaban, sin dejar el trabajo, “me gusta los segadores por lo valientes que son, se juntan quince o veinte para matar a un cigarrón” cantaban esta y otras muchas coplillas. Otras veces cuando avanzado bien el día apretaba bien el calor solo se escuchaba las chicharras cantar y el zip zap de las hoces cortando las espigas.

 De pronto hacía sonar unas campañillas y pronunciaba “el aguaor” que viene “el aguaor”, en la cuadrilla se alegraban de mi presencia y dejaban la hoz en el restrojo para acercarse a la burra y poder calmar la sed. Una vez que había recorrido toda la línea de segadores los cantaros estaban vacíos y no quedaba otra que volver a la fuente para reponer de agua fresca y llevarla a otra cuadrilla que me esperaban con los brazos abiertos.

Kilómetros y kilómetros recorridos con mi burra Alegría en ese verano por aquellos campos y cerros del Bramadero que desde muy niño tuve que afrontar para ayudar en mi casa.  

Dedicado a todos esos niños que trabajaron en su infancia.  


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